Los microplásticos, un serio peligro para el cerebro

Estamos hartos de escucharlo: vivimos rodeados de toneladas de plástico. Las bolsas de los supermercados, botellas y garrafas, envases de todo tipo productos que usamos en el día a día… A lo largo de los años, diferentes estudios han demostrado las nefastas consecuencias del uso de los plásticos en nuestro planeta y los ecosistemas que viven en ellos: una ballena puede consumir más de 3 millones de microplásticos al día o que las botellas y garrafas tardan años y años en descomponerse, etc.

Ahora, nuevos estudios se centran en investigar las consecuencias de este tipo de contaminación en la salud de los seres vivos. Y los resultados que llegan no son nada buenos, ya que un estudio realizado en la Universidad Nacional de Kyungpook con ratones de laboratorio ha analizado que los microplásticos ingeridos junto con agua por la boca pueden atravesar la barrera hematoencefálica y acabar entre las neuronas cerebrales, dando lugar a enfermedades neurológicas.

La aparición de enfermedades neurológicas

Los investigadores comprobaron que las partículas de microplásticos se acumulaban en el cerebro de los pequeños mamíferos, más precisamente en las células microgliales o células de Hortega. Unas células que forman el sistema inmunitario del sistema nervioso central y su función es destruir virus, microorganismos y células precancerígenas que puedan dañar el cerebro. En el resto del cuerpo, los glóbulos blancos se encargan de esta tarea. Pues bien, lo más preocupante es que la alteración de dichas células promueve y/o agrava la aparición de enfermedades neurológicas, como el Parkinson o el alzhéimer, entre otras.

Unos hechos que, según los investigadores, podría tener el mismo efecto en los seres humanos, ya que al igual que nosotros, los roedores poseen una barrera hematoencefálica que evita que la mayoría de las sustancias extrañas, en especial las sólidas, puedan acceder al órgano.

«El estudio muestra que los microplásticos, especialmente aquellos con un tamaño de 2 micrómetros o menos, comienzan a depositarse en el cerebro incluso después de una ingestión a corto plazo, lo que resulta en apoptosis y alteraciones en las respuestas inmunes y respuestas inflamatorias«, explica Seong-Kyoon Choi, autor del estudio.

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